Crítica de cine: "The Keepers"

La serie documental “The Keepers” te sumerge en el mundo del dolor ajeno, para aprehender verdades y para comprender la naturaleza humana. “The Keepers” es espeluznante, demoledora, terriblemente dolorosa y sin embargo también es bella y reconfortante. Es una revelación para el espíritu.

The Keepers
Crítica de cine: "The Keepers"

A veces, justo al despertar, algo dentro de mí me acerca al dolor del mundo. Sin razón alguna, abro los ojos y me siento herido y dañado. Algo dentro de mí me dice que a mi alrededor, hay un mundo de seres retorcidos desgarrando almas a su paso. Y durante un segundo, tan sólo un breve e inagotable segundo, siento ese dolor como si fuera propio. Una punzada en mis adentros.

Así debe sentirse uno todos los segundos que dura la serie documental “The Keepers”. Abres los ojos y te sumerges en el mundo del dolor ajeno, para aprehender verdades y para comprender la naturaleza humana. “The Keepers” es espeluznante, demoledora, terriblemente dolorosa y sin embargo también es bella y reconfortante. Es una revelación para el espíritu.

Pongámonos en situación: hace cuatro o cinco años, al joven director de esta serie, Ryan White, le llega información a través de su madre, sobre dos asesinatos en el año 69, y múltiples casos de pedofilia, –que se expanden desde el año 67 y durante toda la década de los 70, como poco– en la ciudad de Baltimore.

Esta información le llega a la madre de White por el simple hecho de que todos estos sucesos acaecieron en –o estuvieron relacionados con– el colegio al que fue su hermana.

White empieza a entrevistarse con ex-alumnas del colegio privado, católico –sólo para chicas–  “Archbishop Keough High School”, en un principio, para investigar el asesinato de la Hermana Catherine Cesnik, (que por entonces tenía tan sólo 26 años) monja y profesora de inglés en dicho colegio, asesinada el 7 de noviembre de 1969. El crimen, a día de hoy, no se ha resuelto. A este crimen se le añade otro. Menos de una semana después, y siguiendo el mismo modus operandi, una joven de 20 años, llamada Joyce Malecki, también fue asesinada. Este crimen tampoco ha sido resuelto.

White siguió tirando del hilo, y encontró otro hecho importantísimo; una serie de denuncias por abusos sexuales. Denuncias realizadas por ex-alumnas del colegio dirigidas contra el capellán del mismo, el padre Joseph Maskell, y su mano derecha, el padre Neil Magnus. Y para culminar, el conocimiento de todos estos abusos por parte de la Archidiócesis de Baltimore, y el encubrimiento de los mismos.

Y así comenzó un arduo y sufrido trabajo, por parte de White y su equipo, y sobre todo por parte de las víctimas, directas e indirectas, tanto de los dos asesinatos como de las violaciones. Un trabajo que se ve reflejado en el poderosísimo resultado final, siete capítulos tejidos con tela de araña; precisos, finos, escabrosos y tétricamente bellos. No nos encontramos ante un trabajo de periodista, en el que se documentan hechos, nada más y nada menos; sino que nos enfrentamos a una obra de arte, una de esas maravillas dignas de gigantes como Herzog o Errol Morris. Encontramos una composición estética, una estetización de los hechos, en muchos casos, que nos llevan a una verdad superior, profética. Y a pesar de ello, en ningún caso se pierden los hechos, siempre se es fiel a lo que sucedió, a lo que fue.

Nos encontramos frente a frente con un macro-documental que en tanto que trata los asesinatos es un intensísimo thriller, un constante querer y no querer saber qué sucederá, y en tanto que trata los abusos sexuales, es una terrible tragedia, un hecho desolador y casi increíble; a la Spotlight. La maestría con que White balancea ambas instancias dentro de una misma narrativa y el ojo que tiene a la hora de construirla es simplemente asombrosa.

Por último, decir que esta obra de arte está disponible desde la semana pasada en Netflix, plataforma experta ya en este tipo de documentales tras los fantásticos “Making a Murderer” y “Amanda Knox".