Crítica de Cine: La Promesa

La Promesa (The Promise)
Crítica de Cine: La Promesa

Encontrar una película que trate un tema controvertido, ignorado y sin embargo relevante para la humanidad es una odisea. Encontrar una película así y que además tenga alcance, actores conocidos y reconocidos, presupuesto decente, etc. es una absoluta Quimera.

Pues bien, la hemos encontrado.

La Promesa es una película que se enmarca durante el Genocidio Armenio. Una barbarie cometida por el Imperio Otomano entre el 1915 y el 1923. Una barbarie que, por supuesto, casi todo el mundo ha olvidado.

La Promesa trata de un joven armenio, Mikael, que se promete con la hija (Maral) de una familia acomodada de su pueblo, para cobrar la dote y así estudiar medicina –su vocación– en Constantinopla. Una vez allí, conoce a una bella artista, Ana, de origen armenio, que da clases a las hijas de sus tíos, con quienes vive Mikael. Ana está casada con Chris Myers, un reportero americano. Además, encontramos al compañero y amigo de clase de Mikael, Emre, musulmán, turco, de padre rico y poderoso.

Durante el comienzo de la película observamos las relaciones de los unos con los otros, su vida en Constantinopla y cómo la situación comienza a agravarse. Tanto entre ellos como en el país. Emre se debate entre su corazón –hacer el bien a pesar de– y su deber como musulmán turco. Mikael se debate entre su promesa (Maral) y su recién descubierto amor por Ana. Ana se debate entre Chris y Mikael, con quien comparte patria y credo, entre otras cosas. Chris se debate entre el alcohol, su amor por Ana y su deber como reportero, su deber para con los armenios. Y mientras tanto, estalla el conflicto. Los turcos comienzan a masacrar...

Es necesario dividir el largometraje en dos conceptos muy distintos. Primero, el mero concepto histórico. El genocidio. La base de la que se nutre la película. La gran crítica de la misma. Segundo, la película como arte, como una narración, como una historia que contiene amores, desamores, llantos y tragedias.

Su parte histórica, real, fáctica es magnífica; pero sobre todo es importante. Es importante porque enseña con crudeza, sin echar la vista atrás, sin cerrar los ojos, los asesinatos perpetrados por parte de los turcos. Es importante porque el gobierno turco actual niega el genocidio, porque grandes países como Estados Unidos o Inglaterra no reconocen oficialmente este holocausto. Porque organizaciones tan “magnánimas” como las Naciones Unidas no se han molestado en luchar por la restitución física y espiritual del pueblo armenio.

Es importante, porque si sales a la calle un día cualquiera y comienzas a preguntar sobre esta catástrofe, muy pocas personas saben de qué hablas. Algunas tienen nociones vagas, incapaces aún así de conocer el marco histórico en que sucedió. Pero la mayoría; la mayoría no tendrá idea alguna de qué le estás hablando.

En su parte artística, cinematográfica, podemos decir que la película está bien lograda. No es, en ningún caso, una obra maestra. Pero es una buena película. Podría llegar a decirse que muy buena.

Está bien labrada, con cuidado y cariño. La fotografía es espléndida, amplia, delicada y con todo lujo de detalle. Está bien dirigida. Terry George hace un gran trabajo en ello. Aunque se tambalea un poco con la historia. Con la narración, con el arte de crear. Tiene en sus manos una base histórica poderosísima, una dualidad en cada personaje principal preciosa; y, en la mayoría de los casos, hace un buen trabajo entretejiendo todo ello. Pero falta. Falta la magia que lo envuelva todo.

Por otra parte, el hecho de que trabajen Oscar Isaac (Mikael) y Christian Bale (Chris Myers) –entre muchos otros grandes actores– eleva La Promesa a niveles altísimos. Una vez más, y como era de esperar, hacen un trabajo soberbio. Isaac, el buen hombre que trata de conciliar su corazón y lo correcto –á la Zhivago– y Bale, potente, siempre firme, resuelto y el mejor –moral y profesionalmente– de todos.

Con una historia poderosa, un buen director y un reparto soberbio, aunque haya algunas trabas, algún pequeño tropiezo, el resto es coser y cantar –con fuerza y con vigor, el pobre destino del pueblo armenio. Y así ha sido, como un eco de su título...