Consumiendo Sensaciones, Consumiendo Sentimientos

En esta sociedad, los únicos sentimientos que quedan son sólo aquellos que pueden consumirse. Aquellos que se compran, igual que compraban los americanos un trozo de hambre a los napolitanos aniquilados cuando la segunda guerra llegaba a su fin.

SENSACIONES Y SENTIMIENTOS
Consumiendo Sensaciones, Consumiendo Sentimientos

¿Y qué hay de todo aquello que seguimos llamando sensaciones y sentimientos? ¿Qué hay de todo eso que las gentes siguen afirmando que existe?

Algunos dicen que aún queda amor, que aún queda música, sufrimiento, placer, alegría... Unos pocos tienen razón. Como es lógico, aún quedan pequeñas hogueras en este mundo oscuro. Sombras de luz, de sentimientos en forma de artes, sabidurías y relaciones. No puede erradicarse todo, al menos no todavía.

Pero la mayoría que afirma que aún quedan sensaciones y sentimientos se equivoca. Empuñan la bandera de todo lo que constituye la sociedad actual y lo ponen de ejemplo como sentimientos, sensaciones poderosas; se equivocan. Cien veces se equivocan.

Porque en esta sociedad, los únicos sentimientos que quedan son sólo aquellos que pueden consumirse. Aquellos que se compran, igual que compraban los americanos un trozo de hambre a los napolitanos aniquilados cuando la segunda guerra llegaba a su fin.

Hoy en día compramos sufrimiento y amor y placer y alegría. Creemos que son sentimientos, pero en el momento en que centenares de mercachifles comenzaron a ofrecerlos a unos y otros precios, dejaron de serlo.

Consumimos placer y consumimos ira. Consumimos amor y consumimos sufrimiento. Y la mejor forma de hacerlo es simplificando la naturaleza de todos estos sentimientos, de todas estas sensaciones; y entremezclar unas con otras, pariendo mediocres híbridos. El sadomasoquismo (¡qué gran ejemplo de amor y de placer, una relación como la de 50 sombras de Grey!); el sexo en general como un juego más banal que la petanca; los deportes como si fueran guerras; la familia, como si fuera una carga, un estorbo; la política, lugar de estupideces y robos múltiples; el crimen, romántico, atractivo y delicioso.

Hacemos ambrosía espiritual de las mayores trivialidades; juegos tontos de niños de aquello que parió el mundo. Extrapolamos el sentir y la sensación cuando esta es inexistente, y la minimizamos cuando debemos alabarla y acogerla como la simiente de la vida. Y todo ello lo consumimos. Con la fiereza de un perro rabioso, con la ceguera de un heroinómano falto de droga. Que nos deje entumecidos, vagos y sedentarios en nuestros tiempos libres. Que nos ciegue de todo lo que importa, de todo lo que mueve y ensalza el corazón del Hombre. Y cuando deje de hacerlo... “ahhh son las nueve, tengo que ir a trabajar”

Y así da vueltas la Tierra en torno al Sol. Una vez. Y otra. Y una más. Cargando con seres que consumen sentimientos y sensaciones; con seres que hacen agonizar al amor y al sufrimiento, al placer y al dolor; entremezclándolos cuando no se debe, escondiéndolos cuando se los necesita, ensalzándolos cuando no están.

Y sin embargo, unas escasas y pequeñas hogueras, lánguidas y diseminadas, persiguen obstinadas una misión particular y casi imposible; seguir sembrando sensaciones aunque las maten, seguir esparciendo sentimientos verdaderos, aunque les cueste la vida y la cordura.

Unas pocas hogueras tiemblan llenas de luz, en medio de la negra noche.