Aún quedan artistas

Tanto grandes hombres como furibundos pesimistas, incluso más de un llamado “positivista”, afirman que el Arte, en presente, nos ha dejado. Según ellos, aquellas pequeñas y magníficas falanges de creadores y visionarios de bellezas y verdades han desaparecido.

Ernest Descals (Blog)
Ernest Descals
Aún quedan artistas

De tan absurda, es casi divertida la situación actual en el mundo del arte. Por un lado tenemos la incansable devaluación que aporta al mundo en la mayoría de los casos el arte moderno; y por otro, (ámbito en el que quiero centrarme) el profundo empeño que tiene la sociedad en ensalzar y endiosar a los artistas –utilizaremos este término por comodidad y por ser de carácter genérico para con todas las formas artísticas– del pasado, obviando la existencia de una generación capaz de ser definida como “creadores de”.

Tanto grandes hombres como furibundos pesimistas, incluso más de un llamado “positivista”, afirman que el Arte, en presente, nos ha dejado. Según ellos, aquellas pequeñas y magníficas falanges de creadores y visionarios de bellezas y verdades han desaparecido.

Siguen alabando el genio de quienes fueron, desde Homero y Tales hasta Nietzsche y Camus, pasando por la caleidoscópica amalgama de pintores, músicos, dramaturgos, escultores, etc. que han poblado la tierra a lo largo de los siglos. Y, he de admitir que hacen bien en alabar el genio de tan notorios artistas, faltaría más. Pero no acepto que se lleve a cabo en detrimento de los artistas actuales. Porque los hay. Aún quedan.

El mundo actual es hostil, mediocre y asesino; en todos los aspectos. Y así ha sido en muchas épocas de la historia. Épocas en que el mundo ha conocido enormes figuras nacidas en el seno del Arte. Figuras que fueron, son y seguirán siendo reconocidas por su talento y obras. En cambio, en esta nuestra época, parece que hemos decidido obviar que es en esa hostilidad, mediocridad y muerte, donde nacen los artistas más gloriosos. Los visionarios, hijos de revoluciones, convulsos y apócrifos.

Aparentemente, no hay problema alguno en que la sociedad niegue la existencia de tales hombres. Aparentemente. Pues el resultado de tal negacionismo, si este llega –y ya lo ha hecho– a gran escala, es la imposibilidad, por parte del artista, de desenvolverse. La situación puede ser la más adversa de la historia, siempre y cuando a aquel coronado con la misión del descubrir y el crear se le permita al menos caminar por el mundo.

Es indiferente lo que cada uno crea sobre la existencia de artistas –o la falta de ella– mientras dejemos que estos puedan crecer mínimamente. Dejad que el pintor tenga al menos lienzo y pincel, que el poeta tenga pluma, aunque tenga que escribir en las hojas y cortezas de los árboles; dad al escultor martillo y cincel como poco, que él ya irá a buscar piedras; un instrumento al músico y una cámara al cineasta, y ellos ya se encargarán de encontrar melodía e imagen a su paso.

Pero no queméis sus herramientas ni ahoguéis el mundo que les rodea, mientras os sentáis a beber café y mirar el móvil; y de vez en cuando alzáis la cabeza para afirmar que “ya no quedan artistas”. No encierres a la planta y ella se las arreglará para beber de las nubes y el Sol.

Porque sí, aún quedan artistas, no dejemos que perezcan.